sábado, 2 de junio de 2012

La Lucha


Habían pasado siete horas desde el inicio de la batalla, la cual estaba siendo sanguinaria, despiadada y cruenta como pocas.
 
Tras un golpe casi mortal por parte del licántropo, la valquiria acababa de caer y yacía boca arriba exhausta, con la monstruosa mano de su enemigo agarrándole el cuello y no dejándola casi ni respirar, apresada contra la fría y húmeda hierba del bosque. Su cuerpo sangraba ferozmente a través de las heridas propiciadas por las garras de su contrincante, sus ojos sangraban lágrimas de desesperación. Ya no le quedaban más fuerzas para continuar con todo aquello… estaba a punto de alzar la mano y proclamarse derrotada cuando de pronto todo se congeló, los recuerdos llegaron y las imágenes comenzaron a pasar ante ella.

Tumbada en el suelo comenzó a recordar quién era y de donde procedía:

Admirada guerrera del Valhalla y descendiente de una de las estirpes vampíricas más antiguas del mundo como son los súcubos, Mina era una mujer extraña y única. El combate y el romanticismo se debatían en su interior desde el principio de su existencia. Su apariencia amable y sutil, propia de las valquirias, se complementaba con sus largos colmillos afilados, propios de su parte más oscura y cruel. Infundía en todo aquel que la miraba una dualidad que helaba hasta los tuétanos, mostrando a veces su lado dulce y otras veces su lado más sanguinario. Nadie quedaba indiferente ante Mina: por mucho que ella se escondiera, no podía refugiar su doble naturaleza… antagónicamente bella, escalofriantemente salvaje.

Instruida en el arte de la guerra, de la lucha cuerpo a cuerpo, nuestra protagonista era una diestra combatiente para cualquier adversario, ante los cuales desplegaba todo un abanico de técnicas infalibles, propia de los vikingos y del mágico mundo del Valhalla. Ésta guerrera además poseía la sutileza y elegancia en la batalla propia de los vampiros: Era huidiza, veloz e impía.

La compasión no existía en su vocabulario, aunque sí en su lado más femenino, presente en la Diosa que llevaba dentro. Reconfortaba a los guerreros caídos en la batalla y realizaba con impecabilidad su labor de portadora del descanso celestial para las pobres almas errantes. Pero por otro lado, su parte de súcubo no le permitía estar en paz con ella misma. Necesitaba la sangre para subsistir, y esa dualidad la llevaba por los caminos más oscuros que la mente de cualquier ser vivo puede experimentar. Intentaba ser sutil, pero su instinto la hacía cometer verdaderas atrocidades para poder continuar con vida, para poder alimentarse de las rojas lágrimas del alma que circulaban por las venas de los mortales. Esta doble moral de la que hablamos la estaba volviendo loca; formaba parte de su naturaleza a la vez que la proporcionaba una fuerza y un afán de superación sobrehumanos. En el campo de batalla, ése era el combustible que la hacía prácticamente indestructible: la furia que yacía en su interior la propulsaba siempre a la victoria…

Un grito ensordecedor del licántropo la hizo volver al momento presente de la lucha, a ser consciente de sus heridas y de su dolor. Ese sonido proferido de las entrañas de la bestia la hizo estremecerse y la transportó nuevamente a sus recuerdos:

Mina vio cómo su vida pasaba ante sus narices: los pequeños momentos de felicidad quedaban continuamente empañados por la soledad, la angustia, la pena y el sufrimiento. ¿Realmente le compensaba todo aquello? ¿No sería mejor que el licántropo acabara de una vez con su sufrimiento? Un golpe más y todo ese dolor habría terminado… aquella idea comenzaba a no sonarle tan mal. Estaba cansada de luchar, exhausta de llevar toda una vida de combate, de batalla sin fin, albergando una esperanza que cada vez se tornaba más vana, más inútil, perdida entre tanta desidia.

¿Habría llegado el día de su retirada?

Se encontraba en tierras extrañas, en medio de la penumbra y el frío más desesperante, sin una cara conocida o la mano tendida de un amigo… y lo peor de todo es que aquello era lo único que conocía y que le era jodidamente familiar. En el fondo su alma quería ser normal, una más entre tantas otras, con una misión fácil que cumplir. Quería ser feliz con las cosas simples, quería tener una familia, unos amigos y una rutinaria vida que le diera sustento y alguna que otra pequeña satisfacción…

- No puedo engañarme de este modo. Ésta es la vida que elegí y ahora he de ser consecuente, la rutina es la peor de las muertes, es aquella que asesinaría mi alma y me cortaría la cabeza para colocarla en una bandeja de plata - pensó Mina.

Su locura cada vez iba a más. En la fracción de segundo que dura este relato, Mina exploró los lugares más recónditos de su conciencia. No quería sufrir más pero tampoco estaba dispuesta a llevar una vida mundana… ambas sendas la llevaban a un mismo valle de desesperación para su alma. No quería ser una más pero tampoco soportaba la idea de seguir luchando hasta el ocaso de sus días… y ésta duda la dañaba más que la garra de su contrincante, la cual penetraba en su piel y arañaba su vida.

¿Abrió Mina sus brazos a la muerte o agotó sus fuerzas poniéndose en pie y luchando contra la bestia? ¿Qué habrían hecho ustedes? ¿Albergan una Mina en su interior?
- continuará -

Leer la segunda parte de La Lucha

AgustínVentrueVNS †

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