Habían pasado siete horas desde el inicio de la batalla, la cual estaba siendo sanguinaria, despiadada y cruenta como pocas.
Tras un golpe casi mortal por parte del
licántropo, la valquiria acababa de caer y yacía boca arriba exhausta, con la
monstruosa mano de su enemigo agarrándole el cuello y no dejándola casi ni
respirar, apresada contra la fría y húmeda hierba del bosque. Su cuerpo sangraba
ferozmente a través de las heridas propiciadas por las garras de su
contrincante, sus ojos sangraban lágrimas de desesperación. Ya no le quedaban
más fuerzas para continuar con todo aquello… estaba a punto de alzar la mano y
proclamarse derrotada cuando de pronto todo se congeló, los recuerdos llegaron y
las imágenes comenzaron a pasar ante ella.
Tumbada en el suelo comenzó a recordar quién
era y de donde procedía:
Admirada guerrera del Valhalla y descendiente
de una de las estirpes vampíricas más antiguas del mundo como son los súcubos,
Mina era una mujer extraña y única. El combate y el romanticismo se debatían en
su interior desde el principio de su existencia. Su apariencia amable y sutil,
propia de las valquirias, se complementaba con sus largos colmillos afilados,
propios de su parte más oscura y cruel. Infundía en todo aquel que la miraba una
dualidad que helaba hasta los tuétanos, mostrando a veces su lado dulce y otras
veces su lado más sanguinario. Nadie quedaba indiferente ante Mina: por mucho
que ella se escondiera, no podía refugiar su doble naturaleza… antagónicamente
bella, escalofriantemente salvaje.
Instruida en el arte de la guerra, de la lucha
cuerpo a cuerpo, nuestra protagonista era una diestra combatiente para cualquier
adversario, ante los cuales desplegaba todo un abanico de técnicas infalibles,
propia de los vikingos y del mágico mundo del Valhalla. Ésta guerrera además
poseía la sutileza y elegancia en la batalla propia de los vampiros: Era
huidiza, veloz e impía.
La compasión no existía en su vocabulario,
aunque sí en su lado más femenino, presente en la Diosa que llevaba dentro.
Reconfortaba a los guerreros caídos en la batalla y realizaba con impecabilidad
su labor de portadora del descanso celestial para las pobres almas errantes.
Pero por otro lado, su parte de súcubo no le permitía estar en paz con ella
misma. Necesitaba la sangre para subsistir, y esa dualidad la llevaba por los
caminos más oscuros que la mente de cualquier ser vivo puede experimentar.
Intentaba ser sutil, pero su instinto la hacía cometer verdaderas atrocidades
para poder continuar con vida, para poder alimentarse de las rojas lágrimas del
alma que circulaban por las venas de los mortales. Esta doble moral de la que
hablamos la estaba volviendo loca; formaba parte de su naturaleza a la vez que
la proporcionaba una fuerza y un afán de superación sobrehumanos. En el campo de
batalla, ése era el combustible que la hacía prácticamente indestructible: la
furia que yacía en su interior la propulsaba siempre a la victoria…
Un grito ensordecedor del licántropo la hizo
volver al momento presente de la lucha, a ser consciente de sus heridas y de su
dolor. Ese sonido proferido de las entrañas de la bestia la hizo estremecerse y
la transportó nuevamente a sus recuerdos:
Mina vio cómo su vida pasaba ante sus narices:
los pequeños momentos de felicidad quedaban continuamente empañados por la
soledad, la angustia, la pena y el sufrimiento. ¿Realmente le compensaba todo
aquello? ¿No sería mejor que el licántropo acabara de una vez con su
sufrimiento? Un golpe más y todo ese dolor habría terminado… aquella idea
comenzaba a no sonarle tan mal. Estaba cansada de luchar, exhausta de llevar
toda una vida de combate, de batalla sin fin, albergando una esperanza que cada
vez se tornaba más vana, más inútil, perdida entre tanta desidia.
¿Habría llegado el día de su retirada?
Se encontraba en tierras extrañas, en medio de
la penumbra y el frío más desesperante, sin una cara conocida o la mano tendida
de un amigo… y lo peor de todo es que aquello era lo único que conocía y que le
era jodidamente familiar. En el fondo su alma quería ser normal, una más entre
tantas otras, con una misión fácil que cumplir. Quería ser feliz con las cosas
simples, quería tener una familia, unos amigos y una rutinaria vida que le diera
sustento y alguna que otra pequeña satisfacción…
- No puedo engañarme de este modo. Ésta es la vida que elegí y ahora he de ser consecuente, la rutina es la peor de las muertes, es aquella que asesinaría mi alma y me cortaría la cabeza para colocarla en una bandeja de plata - pensó Mina.
Su locura cada vez iba a más. En la fracción de
segundo que dura este relato, Mina exploró los lugares más recónditos de su
conciencia. No quería sufrir más pero tampoco estaba dispuesta a llevar una vida
mundana… ambas sendas la llevaban a un mismo valle de desesperación para su
alma. No quería ser una más pero tampoco soportaba la idea de seguir luchando
hasta el ocaso de sus días… y ésta duda la dañaba más que la garra de su
contrincante, la cual penetraba en su piel y arañaba su vida.
¿Abrió Mina sus brazos a la muerte o agotó sus
fuerzas poniéndose en pie y luchando contra la bestia? ¿Qué habrían hecho
ustedes? ¿Albergan una Mina en su interior?
- continuará -
Leer la segunda parte de La Lucha
AgustínVentrueVNS †
Leer la segunda parte de La Lucha
AgustínVentrueVNS †
No hay comentarios:
Publicar un comentario