lunes, 24 de marzo de 2014

OTRAS RAZAS Y/O ESPECIES DE VAMPIROS

Ch’ing Shih, el vampiro de la China



Los Ch’ing Shih son parte de una raza de vampiros de la China, cuyas características no logran definirse entre lo burlesco y lo decididamente macabro.
Se los conoce como vampiros saltarines, y no por capricho. Para ser un vampiro Ch’ing Shih se necesitan dos cosas. La primera, nacer en las estepas que unen la China con Siberia. La segunda, que un gato tenga la mala idea de saltar sobre nuestro cadáver.
Acaso el lector calcule la necesidad de un tercer requisito: morir. No obstante, esto no parece ser un elemento excluyente para transformarse en un vampiro Ch’ing Shih, a menudo el propio salto del gato propicia la muerte.
Esta creencia sobre los vampiros Ch’ing Shih predisponía a los deudos a una serie ilógica de tabúes y preparativos. Cuando una persona moría se tomaban toda clase de recaudos para que ningún gato saltase sobre él, aunque en algunos casos se permitía el acceso de animales nobles y espiritualmente profilácticos, como el cerdo, por ejemplo.
En tiempos antiguos la leyenda de Ch’ing Shih tenía otros ingredientes. Por ejemplo, se creía que la única forma de convertirse en este vampiro era falleciendo lejos de casa y retornar solo como un cadáver para el entierro. Naturalmente, esta leyenda opera como una crítica velada a las funciones obligatoria en el ejército, que casi siempre recolectaba miembros en una provincia para trasladarlos al otro extremo del imperio.
No importa bajo qué maldición retorne, el vampiro Ch’ing Shih siempre se muestra con ojos enormes e inyectados en sangre. Tiene las uñas desproporcionadamente largas y gruesas. Sus dientes son cortos pero notablemente agudos. Su piel es de una palidez verdosa que adquiere propiedades fosforescentes en la oscuridad.
Se lo reconoce como un gran devorador de hombres. Paradójicamente muestra una gran debilidad por las mujeres de cabellos oscuros y vello en las axilas. Su método de ataque es rápido y limpio. La única forma de detenerlo, auguran las viejas de la China, es encontrar al gato causante de la metamorfosis y obligarlo a rastrear su cubil.
En este sentido, algunos gatos chinos han ganado incluso condecoraciones oficiales por los servicios prestados.



DACHNAVAR

(El vampiro del arca de Noé)




En la región de Armenia existen reportes acerca de una raza de vampiros muy antigua. En 1854 un grupo de investigadores siguió la pista de una serie de asesinatos monstruosos que no habían arrojado culpables. Tras varios días lograron encontrar el rastro que buscaban. Los pasos se dirigían al Monte Ararat.

Informados de la leyenda, estos investigadores abandonaron razonablemente la pesquisa. En Armenia se dice que en el valle cercano al Monte Ararat vive una especie de vampiros llamados Dachnavar. Para algunos se trata de un espíritu vampírico incorpóreo; otros, en cambio, sostienen que el Dachnavar no tiene nada de espiritual y que de hecho vive en el mismo cuerpo desde que el Arca de Noé ancló luego de aquella tormenta insensata.
Recordemos que el Monte Ararat es el sitio mítico en el que la Biblia y la tradición popular ubican los restos del Arca.
Al parecer, el vampiro Dachnavar logró viajar como polizón en el Arca, alimentándose poco y mal a costa de animales que ni Noé ni sus hijos y nueras estimaban realmente.
Cierta noche fue detectado por el anciano justo cuando intentaba practicarle una incisión a un cerdo. En medio de horribles libaciones, producto del aislamiento entre bestias, Noé acusó a una de sus nueras de amparar al vampiro entre las celdas.
El asunto no pasó a mayores para la tripulación; pero sí para el vampiro Dachnavar, que fue arrojado a las aguas sin mediar ninguna prueba concreta en su contra.


 Todavía hoy los viajeros que acampan a la sombra del Monte Ararat dicen que el vampiro Dachnavar recorre la zona buscando cuellos incautos. Tiene un gusto particular por la sangre turca pero no desprecia en absoluto el plasma de navegantes y hombres de mar.




'AGHORI '

(Vampiros sagrados de la India)



Los Aghori son una secta hindú exiliada de la filosofía de los Kapalikas, los hombres calavera, en el siglo XIV d.C., que a causa de sus actitudes frente a la muerte fueron clasificados como vampiros.
Originalmente los Aghori eran devotos del dios Shiva bajo su forma de Bhairava. Son conocidos por practicar una especie de canibalismo póstumo, o necro-canibalismmo; es decir, por alimentarse exclusivamente con la carne de personas muertas.

Estos hábitos alimenticios los excluyeron violentamente del Hinduismo, aunque en las zonas rurales se los consideran santos ya que tienen dominio sobre prácticamente cualquier enfermedad.
Actualmente los Aghori se agrupan en la ciudad de Benarés. Allí se ocupan de alimentarse de los cadáveres no incinerados que flotan sobre el río Ganges. La parte más occidentalizada de la India los ha propuesto como el último grupo de vampiros santos del mundo.

Los Aghori llevan una vida de profunda meditación y espiritualidad. Normalmente no utilizan ropa. Solo en algunos casos extraordinarios se visten con las mortajas de algún muerto o se cubren con las cenizas de una cremación. Su única posesión es un cráneo que utilizan como cuenco para beber y comer.


Los Aghori consideran que la carne humana tiene propiedades sobrenaturales, entre ellas, retrasar el envejecimiento y estimular la inteligencia. Filosóficamente, los Aghori sostienen que su dieta no es profana al considerar que la materia tiene un valor escaso sin la fuerza del espíritu, y que la carne sin un alma que la sostenga no es un objeto sagrado. Por el contrario, nada es en sí mismo profano -aseguran- porque nada está separado de Dios ni puede alejarse de él más de lo previsto. La materia muerta es simplemente un estado, ni mejor ni peor que la vida.



Lilith, Aguereth, Mahala y Naama

(Las cuatro vampiresas del rey Salomón)


Antes de morir, el rey David le ordenó a su hijo, Salomón que construyera el templo más importante del mundo sobre el monte Moriah, en Jerusalem. A este le tomó siete años terminarlo el templo, el cual fue construido únicamente con madera de cedro del Líbano y oro.
Por aquella época se decía que el rey Salomón era el más poderoso de los hombres y el rey más sabio que se haya visto sobre el mundo. Todos los pueblos deseaban aliarse con él, asunto que lo trastornó  (según el Talmud), a tal punto que desde entonces solo deseó rodearse de mujeres extranjeras.

En su haber se cuentan alrededor de setecientas relaciones amorosas, entre ellas, la hija del Faraón; además de sostener un harem estable conformado por trescientas mujeres (I. Reyes, XI). El temperamento terrible de Salomón, sumado a su innegable soberbia, lo hundieron en las raíces de la magia. Adoró a extrañas deidades amorfas, como Milkom, Moloch, Camos y Astaroth. Les construyó altares, pequeños templos y ordenó sacrificios en su nombre a lo largo y ancho del reino.
El Talmud sostiene que el rey Salomón a menudo jugaba con los miembros del inframundo, pero en especial con cuatro vampiresas que vivían en lo alto del monte Naspa, llamadas Lilith, Aguereth, Mahala y Naama.

Con ellas procreó engendros blasfemos que gobernaba con mano de hierro. Fueron estos hijos abominables los que levantaron pequeños templos menores en honor a sus madres, y en donde se practicaban ritos antiquísimos, tal vez anteriores a la humanidad.

Estas cuatro vampiresas del rey Salomón se sometieron a los designios del rey, pero no por deseo o sometimiento voluntario, sino por la capacidad de Salomón para mantenerse inalterable frente a las potencias infernales.

Se dice que estas vampiresas fueron las primeras en procrear vampiros que a su vez podían transformar a otros mediante la mordida y ritos que la prudencia exige omitir.


AgustínVentrueVNS †

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